- Área: 320 m²
- Año: 2018
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Fotografías:Bruno Gómez de la Cueva
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Proveedores: BOSE, Interceramic, Tecnolite
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Cuando comenzamos a trabajar en este proyecto, el cliente nos mostró una bodega de 8.00 mts x 40.00 mts ubicada a dos cuadras de una de las escuelas más importantes de música del país, el exconvento de las monjas dominicas de Santa Catalina de Siena del siglo XVI, y de una de las plazas más queridas, bonitas y visitadas en Morelia “las rosas”.
El cliente quería convertir aquella bodega en un mercado gastronómico, nos gustó el tema, pero más que nada nos gustó el silencio que ella se sentía, (cualidad poco común en el centro de una ciudad mexicana) además nos pareció una buena oportunidad para conjuntar nuestro lenguaje con las arquitecturas del pasado y explorar la relación y la dialéctica entre ambas.
La bodega era; a mediados del siglo XVI, el traspatio de la casa de una familia adinera de la época. Sin embargo, con el tiempo, las reformas, cambios de dueño y usos del lugar, se hicieron modificaciones que ocasionaron que el espacio perdiera su esencia, se cubrió el techo de lámina, se aplanaron los muros de cantera con cemento y se colocó un piso de mármol y resina muy característico de los 60´s creíamos que el lugar había perdió su alma.
El proceso de diseño comenzó identificando los lugares de la zona, más concurridos para comer. Fue rápido descubrir que las plazas públicas, eran los lugares donde la gente se concentraba a comer; ya sea en un restaurante del perímetro, en las terrazas o simplemente en una banca de la propia plaza.
A partir de ahí identificamos algunos elementos compositivos de estos lugares, los ejes, los recorridos axiales, los volúmenes, el cielo, los aboles, el uso de materiales naturales y los incorporamos o en el caso de los muros los redescubrimos para configurar una atmósfera parecida a la de estas plazas e intentar con ello que las personas que acudieran al mercado se sintieran en un lugar cotidiano, digerible y natural.
Todo lo antiguo con valor arquitectónico se rescataría, y lo nuevo tendría formal y materialmente otra naturaleza; una naturaleza blanca y definida que evidenciaría su propia presencia, momento histórico y conceptual, para tratar de lograr con ello un balance entre lo nuevo y lo antiguo.
Se trazo una avenida central arbolada, la cual es flanqueada por dos volúmenes longitudinales blancos, sobre cada uno de estos; se ensamblan, otros dos volúmenes transversales en forma de “L” invertida; los cuales cumplen la función de cubrir un área de mesas en la parte de abajo y crear terrazas en la parte de arriba. Sin embargo, su función más importante es la de enmarcar sin exclusión, las diferentes capas de historia arquitectónica dejada a lo largo de siglos y la de seccionar la luz y el espacio, para de esta manera; enfatizar su presencia y volverlos los protagonistas intangibles del lugar.
Fue grato descubrir cómo estos elementos tan sencillos enmarcan la arquitectura del siglo XVI, siglo XIX, XX y XXI, la jacaranda, el fresno, el cielo, las torres de catedral, el muro de tabique del fondo, la paloma que cruza eventualmente, algún globo que se le escapa a un niño en la iglesia; sin intentar ser exagerados o melodramáticos parece ser que todo cabe dentro de estos marcos, el universo completo permitiéndonos la expresión.